domingo, 25 de enero de 2009

My eternal life with you

Versailles

Kamijo x Teru

(Universo alterno/Vampiros)



Tenía ocho años en ese entonces...

Era un chico un poco más bajo que los chicos de mi edad, aunque en ese momento no me preocupaba, ni siquiera me preocupa ahora. Tenía el pelo color negro, con media melena y liso, los ojos de un azul muy claro e intenso y mi piel, por ese entonces ya era muy blanca.

La luna era la única iluminación que alumbraba las calles en esa noche, pues había problemas eléctricos debido a la fuerte tormenta de esa tarde.

Yo me encontraba casi a oscuras en mi habitación, pues lo único que daba un poco de luz era una vela en el escritorio, escondido debajo de mi cama.

Estaba muy asustado, mis padres peleaban como llevaban haciéndolo desde hacía varias noches.

Nunca me enteré de los motivos por los que cada noche peleaban, pero lo que sí sabía es que, de alguna forma u otra, siempre terminaban hablando de mi.

Eso era lo que más temía, que yo volviese a salir en sus discusiones ya que siempre que eso pasaba, mi padre venía, como todas las noches también, a darme una paliza... Ya que según él, yo SIEMPRE era el motivo de las peleas que tenía con mamá... ¿Y mi madre? Pues pasaba. Ni siquiera se preocupaba en venir a ayudarme cada vez que la llamaba... con tal de no ser ella la maltratada le daba exactamente igual...

Ya estaban llegando al punto donde, tarde o temprano mi nombre saldría...

Quería salir de allí... NECESITABA salir de ese lugar como fuese posible pues mi cuerpo ya no aguantaría un solo golpe más.

Miré la ventana y vi mi salvación: el gran roble que había junto a mi ventana.

Abrí rápidamente la ventana y salí por ella justo cuando escuché mi nombre en medio de esa pelea, para poco después ver como mi padre entraba totalmente encolerizado y vio como yo saltaba desde la rama del roble hacia el suelo para librarme de la paliza que sin ningún motivo me quería dar.

Escuché como rápidamente llamaba a mi madre para decirle lo que acababa de hacer mientras yo empezaba a correr lo más rápido que mis cortas piernas me lo permitían. Iba en dirección al bosque mientras mis padre venían pisándome los talones.

Me sumergí en la espesura del bosque que estaba totalmente oscuro menos por unos pocos rayos de luz de la luna que se filtraban por entre las ramas de los gigantescos y longevos árboles.

Creí que me estarían siguiendo, pero para mi sorpresa no escuché nada. Un segundo después un grito desgarrador interrumpió el maravilloso silencio del hermoso bosque.

Miré hacia ese lugar, era el único claro del bosque, donde la luna daba la mayor iluminación, haciendo que yo pudiese contemplar lo que ocurría.

Tres personas estaban en ese claro.

Dos de ellas eran mis padres, la otra... la otra eras tú.

Recuerdo perfectamente el momento en el que clavaste tus hermosos colmillos en el cuello de mi padre para succionarle toda esa sangre que te debió de saber a la más asquerosas de las bebidas, para después hacer lo mismo con mi madre.

Tus azules y penetrantes ojos se clavaron en mi justo cuando terminaste de alimentarte de la sangre de mis odiados padres. Sonreíste traviesa y perversamente mientras un pequeño hilo de sangre resbalaba de tus perfectos labios hasta tu bien formado mentón.

Pasaste tu dedo índice para recoger esa sangre sobrante y lamerla de tu dedo sin quitar esa sonrisa.

En ese momento, debo reconocer que me asustaste. Pero lo único que hiciste fue acercarte a mi para rozar susurrarme al oído la fecha de esa noche, fatídica para algunos pero que para mi fue la noche en la que me salvaste por primera vez. Fue en el momento en el que escuché tu voz cuando el susto desapareció de mi cuerpo.

- 31 de Octubre. – Me miraste entre divertido y curioso.

No entendías el porqué no te tenía miedo si acababas de matar a mis padres y menos cuando lo que te contesté no fue lo que esperabas:

- Gracias.

La más hermosa de las carcajadas que tu preciosa voz pudo emitir fue lo que recibí a cambio de mi agradecimiento, para luego quedar en silencio y acercarte a mis labios para rozarlos con los tuyos...

Justo después te fuiste como si nunca hubieses estado en ese lugar. No volví a saber nada de ti... creí que jamás te vería...

Pero el destino quiso que nos volviésemos a encontrar.

Entonces ya tenía 17 años y estaba terminando la secundaria.

Los únicos cambios en mí fueron la estatura y el pelo.

Ya no era uno de los más bajos de la clase, pero tampoco era de los más altos y mi pelo ahora parecía plateado, pero en realidad sólo la parte superior de mi cabeza estaba de ese color, puesto que debajo seguía mi negro natural y también me creció bastante... a tal punto de que me llegaba casi hasta la cintura por atrás, ya que por delante lo tenía degradado.

Era 31 de Octubre...

Hoy mismo hacían nueve años desde aquél día. El día en el que me salvaste... el día en el que te conocí... el día en el que procuraste grabarte a fuego en mi mente con ese beso...

Las clases de ese día acabaron por fin, y yo salía junto a Yuu y sus amigos. Estaban hablando sobre la fiesta de esa noche para celebrar Halloween.

- ¡Hey, Teru! – Yuu llamó mi atención, al parecer estaba hablando conmigo, pero yo estaba en otro lugar...

- Perdón Yuu... no te escuchaba, ¿qué decías? – ante esa respuesta mi rubio amigo frunció el ceño.

- Que si vamos todos al bosque a celebrar Halloween, ya que siempre que hago la fiesta en casa tu no vienes porque vas al bosque a celebrarlo solo... – decía algo apenado.

- ¿Pero qué dices? Si voy solo en Halloween al bosque es... es... porque mis padres... – ahora puse el típico tono triste y quebradizo que ponía al fingir que me afectaba la muerte de esos maltratadotes – mis padres murieron en ese bosque... este mismo día de hace nueve años...

Todos recordaron entonces lo que el periódico local dijo sobre la muerte de mis padres...

Dijeron que la muerte de ellos se debía a que algo les había extraído toda la sangre de sus cuerpos y que no sabía si fue un animal o una persona. Estuvieron estudiando el caso durante tres años, y lo dejaron por imposible, cosa que me hizo gracia pues a mi no me preguntaban si yo había visto algo... y eso que me encontraron al lado de los cuerpos de mis padres.

Pensaron que era un milagro que la cosa que les hizo eso a mis padres no me tocara. La verdad, las primeras semanas sólo me preguntaba por qué no me mataste a mi también... pero ahora no puedo más que agradecértelo.

Me separé de los chicos y llegué a casa para, como todos estos nueve años, prepararme para ir al bosque.

Me encaminé al baño para ducharme y después arreglarme.

* * * *

Era casi media noche, y yo me encontraba ya en el mismo claro donde me libraste de aquella pesadilla.

Este año fue el primero en el que me llevé algo de alcohol para celebrarlo...

“Ojalá estuvieses aquí conmigo” – pensaba llenando dos copas de un maravilloso vino tinto.

El color del vino era muy parecido al de la sangre, su olor era exquisito y su sabor delicioso.

Dejé la copa destinada a ti frente a mi, esperando algo que sabía de sobra que no pasaría, pero aún así yo lo esperaba.

A la media noche justa escuché un ruido de ramas. Me volví rápidamente esperando a que fueses tú... pero me equivocaba.

Yuu se adentró en el claro con una extraña sonrisa.

- Parece que estás celebrando la muerte de tus padres en vez de lamentarla... – susurró amargamente al ver las copas de vino.

- Podría ser... – fue lo único que le dije.

Mi rubio amigo soltó una fuerte carcajada y casi se cae, eso me dio a entender que estaba bastante ebrio.

- ¿Qué se supones que haces aquí? ¿No tienes una fiesta en casa? – le pregunté bastante molesto.

- Las fiestas no pueden llamarse así si la persona que más deseo que esté allí se la pasa en un bosque celebrando que mataron a sus padres...- eso me dejó la sangre helada... ¿la persona que más desea? ¿yo? Empezó a acercarse a mí mientras yo lo veía extrañado.

- Estas borracho y no sabes lo que dices... anda y vuélvete por donde viniste...

En ese momento llegó donde estaba yo, tomó la copa que iba destinada a ti...

- ¡NO! ¡Eso no es para ti! – le grité quitándole la copa de su mano haciéndolo enfadar.

- ¿Significa eso que esperas a alguien? – la voz de Yuu me asustó, parecía fuera de sí, pero no me iba a dejar intimidar.

- ¿Y qué si espero a alguien? Eso no es de tu incumbencia.

- ¿Qué no es de mi incumbencia? Mala respuesta...

Justo después me empujó fuertemente y caí al suelo, pero me levanté rápidamente. A mí nadie me empujaba por que se le diera la gana. Le respondí al empujón, pero entonces me agarró de las muñecas y me acercó a su cuerpo.

Empecé a sentir como lamía mi cuello y eso me provocó arcadas... Sabía exactamente cuales eran sus intenciones, pero yo no me iba a dejar tan fácilmente.

- ¡Suel...! – No pude continuar... pues tú me interrumpiste.

- Suelta a mi presa si no quieres salir mal parado. – No sabía como, pero estabas justo detrás de Yuu mientras agarrabas sus manos para que me soltasen.

Parecía como si lo tratases con cariño, pero al ver la cara de sobreesfuerzo que ponía mi “amigo” me dio a entender que tenías bastante fuerza.

- Así que este pequeño idiota se quería beber mi copa de vino... – empezó a mover su cabeza en forma de negativa – eso no está bien... ya que harás enfadar a la persona que mató a los padres de Teru-chan...

Los ojos de Yuu se abrieron totalmente de sorpresa mientras que tú sonreías divertido viendo la expresión de horror del rubio.

Yo sólo podía contemplar tu hermoso rostro, que a pesar del paso de los años seguías igual de bello que aquél día. Nada había cambiado en ti.

Ni tu largo y ondulado pelo castaño, ni tus ojos azules parecidos a los míos... ni siquiera tu blanca piel.

- Tú... ma... ¿mataste a los padres de Teru? – preguntó horrorizado Yuu.

- Si, fui yo... aunque ahora que lo pienso... – te volviste hacia mí con una hermosa sonrisa. – no me presenté... qué descortés por mi parte... – soltaste de improviso a mi compañero de clase y te acercaste a mi, tomaste mi mano y la besaste – Soy Kamijo, para siempre a tu servicio.

Justo después y con la velocidad de un rayo volviste donde te encontrabas. Volviste a tener Yuu entre tus manos. Pero esta vez le cogiste distinto.

Con una mano lo inmovilizaste de manos y con la otra le sostenías la cabeza inclinándola hacia la derecha, dejando el lado izquierdo a tu merced. Oliste lo que pronto sería tu cena.

- ¿Por qué soléis tener tan mala sangre los que acosáis a mi pequeño? – le susurraste en el oído Yuu aterrándolo más.

- Te... Teru... ayúdame... – ahora me rogaba ayuda, cuando poco antes lo que intentaba era violarme. Lo miré fríamente y Kamijo estalló en esas hermosas carcajadas que hacía nueve años que escuché.

- Creo que a mi querido Teru-chan le da igual lo que pase contigo... – y justo después le hincaste los colmillos en el cuello para absorber la asquerosa sangre de aquél que algún día creí amigo, viendo como el brillo de sus ojos desaparecía poco a poco para apagarse finalmente.

Poco a poco me fui acercando donde estabas ya sentado con el cuerpo inerte de Yuu sobre tus piernas.

Observé tus labios manchados por la sangre del rubio ahora muerto mientras tu no me quitabas la mirada de encima. Sé que te parecía extraño mi comportamiento, que no entendías el porqué me acercaba a ti aún sabiendo que eras peligroso. Pero para mi no lo eras. Para mí solo eras mi salvador.

Apartaste el cuerpo de Yuu hacia un lado al ver que me agaché para quedar frente a ti.

Nuestras miradas se encontraron la una con la otra.

En tus ojos pude ver la sed aún no saciada, pero había algo más que le ganaba la batalla a la sed, el deseo.

Ni siquiera aún se porqué lo hice... quizás por la necesidad de sentirte, pero acerqué mi rostro al tuyo y pasé mi lengua sobre tus deliciosos labios para limpiarlos de la sangre.

Vi que sonreíste ante eso y después llevaste tu mano izquierda a mi cuello, acercándome a ti, para hacer que nuestros labios se encontrasen.

Lento y pausado fue el principio de ese beso, pero poco a poco iba aumentando la excitación. Me apegué aún más a ti si eso era posible y abrí mi boca dándote permiso para que entrases en ella.

Tu lengua y la mía se encontraron, pero no luchaban. Se saboreaban. Tus manos recorrían mi espalda haciéndome estremecer del placer de sentirte de esa manera.

Te separaste de mis labios y te acercaste a mi oído para susurrarme:

- Quédate conmigo para siempre... hasta el final de los tiempos...

Tu voz en ese momento me sonó tan seductora y tan sensual que pensé en que si después pasaba cualquier cosa no me resistiría...

Ahora estabas frente a mi, me mirabas esperando algo... una respuesta...

- Me quedaré contigo... desde que me salvaste lo estuve... – le dije acariciando el rostro de lo que para mi era un sueño.

- Solo dolerá un poco... pero en un par de horas estarás bien...

Debo reconocer que eso me descolocó un poco... ¿dolerme?

Pero supe a lo que te referías en el momento en el que llevaste tu boca a mi cuello...

Primero pasaste tu lengua sobre mi piel, con eso hiciste que gimiese tu nombre en un susurro alentándote a más...

Fue entonces cuando sentí el dolor.

Tus colmillos se aferraron a mi cuello sin intención de dejarlo, pero ni siquiera me asusté... ya que tus manos se encargaban de tranquilizarme y yo me apegué más a tu cuerpo.

¿Cinco minutos? ¿Veinte minutos? No sé el tiempo que estuviste ahí, pero nada más retirarte noté como el fuego empezaba a recorrerme desde donde antes estuvieron tus labios y colmillos hasta el resto de mi cuerpo.

Dolía, pero no me importaba ya que tú estabas a mi lado.

Cerré los ojos notando como mi cuerpo iba cambiando... notaba que a pesar del fuego que me corría por dentro mi piel estaba cada vez más fría... mi respiración... yo ya no respiraba, pero misteriosamente seguía vivo...

Abrí mis ojos y vi tu cara de preocupación que paso a estar mas alegre una vez me viste abrir los ojos.

Noté todos mis sentidos agudizados al máximo, pero en ese momento lo que más notaba era una terrible sed... y no por un líquido cualquiera. Sabía perfectamente que quería... Quería sangre.

Sonreíste al verme tan nervioso mientras miraba como loco por los alrededores buscando algo para saciar mi sed, pero no me hizo falta buscar más. Con una uña tu mismo te cortaste en el cuello ofreciéndome tu propia sangre.

Olía tan bien que no me pude resistir.

Lamí la que había resbalado por tu cuello para después perforar tu cuello con mis colmillos y empezar a succionar.

Sabías realmente delicioso.

Lentamente me fui apartando de ti. Vi tu cara enormemente satisfecha y me sonrojé muy levemente.

- Continuemos por donde lo dejamos...

Tu voz sonó tan endemoniadamente sensual que no me pude resistir.

Te volviste a pegar a mi para unir nuestros labios, pero ahora todo era más salvaje... todo era puro deseo y lujuria.

La noche fue pasando y en el bosque solo se escuchaban nuestros gemidos.

El tenerte dentro de mí era algo tan tremendamente excitante que no podía parar de gemir tu nombre. Tus caricias en mi cuerpo hacían que perdiese toda la cordura que me quedaba. Tus besos hacían que mi mente volviese para sentir todo lo que me estabas regalando.

Llegó el final con un gran gemido por tu parte mientras te derramabas dentro de mi, marcándome como tuyo.

Algo que sería tuyo para siempre... hasta el final de los tiempos...

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